Nina Simone fue, desde siempre, una mujer de lucha. Sus dedos sobre las teclas del piano no solo esculpían melodías, sino que también cincelaban un mensaje de resistencia, de furia y de justicia. La voz de Nina resonaba como un trueno en las noches cargadas de segregación racial en los Estados Unidos. No era solo una cantante excepcional, ni una compositora magnífica, ni la pianista prodigiosa que dominaba el jazz, el blues, el rhythm and blues y el soul como si en su interior latiera el alma de todos esos géneros juntos. No. Nina fue mucho más que eso. La historia de Nina comienza en una iglesia, como la de muchos artistas afroamericanos. Allí, donde las almas buscaban consuelo, ella se acercaba por primera vez al piano, tocando con apenas cuatro años y debutando en público a los diez. Pero ese primer concierto en la iglesia no fue un momento de gloria, sino el primer golpe de una vida marcada por la lucha. Los padres de Nina, ansiosos por escuchar a su hija, se sentaron en la primera fila, orgullosos, con los corazones llenos. Pero no duró mucho. Alguien, desde el fondo de la sala, decidió que aquellos asientos estaban reservados para los blancos, y les ordenaron moverse. Sin embargo, Nina, apenas una niña, se negó a tocar. Se negó a seguir acariciando las teclas hasta que sus padres volviesen a ocupar el lugar que les pertenecía. Y lo consiguió. Esa fue la primera de muchas batallas en las que Nina levantó la voz, el puño, la dignidad. Nina una Diosa y una rebelde.
Diosas y rebeldes
Nina Simone, una mujer de lucha
14/10/2024
09:34