En los primeros días del mes de febrero de 1937 se produjo la mayor masacre de civiles de toda la Guerra Civil española. La carretera que une Málaga y Almería por la costa fue el escenario de un crimen de guerra que todavía se sigue investigando. No hay datos concluyentes sobre la cantidad de muertos que se produjeron y ni siquiera se sabe con exactitud cuánta gente protagonizó aquella huída del terror conocida popularmente como "la desbandá".
La toma de Málaga por las tropas rebeldes tiene tintes de tragedia clásica. La ciudad estaba inerme. La República había abandonado la capital andaluza a su suerte, preocupada como estaba por el avance de las tropas de Franco sobre Madrid. La defensa de Málaga estaba en manos de escasas tropas de milicianos, mal armados, descoordinados y sin un mando único. La oficialidad del Ejército no pudo ni quiso hacer frente al enemigo, simplemente huyó. Enfrente tenían las fuerzas de Queipo de Llano apoyadas por las brigadas motorizadas que había mandado Mussolini y la aviación nazi. Málaga estaba perdida.
Consciente de la que se avecinaba, la población civil se echó a la carretera camino de Almería, el baluarte republicano más cercano. Cientos de miles de personas huyeron despavoridas ante las arengas radiofónicas en las que Queipo de Llano dejaba claras sus intenciones: entrar en Málaga a sangre y sexo. La carretera de la costa se llenó de familias que caminaron con sus bártulos a cuestas durante días mientras eran perseguidas por los tanques italianos, bombardeadas desde el mar por la armada rebelde y ametrallados desde el aire por aviones alemanes e italianos.
La masacre fue de tal magnitud que los historiadores más optimistas calculan los muertos entre 3.000 y 5.000. Los más pesimistas cifran la mortandad por decenas de miles. Tamaña tragedia fue silenciada durante décadas por todos sus protagonistas. El régimen franquista no quiso darle publicidad al suceso porque su barbarie escandalizó incluso a sus aliados italianos. La República calló para no desmoralizar a la población y porque pesaba sobre ella la grave responsabilidad de no haber defendido la ciudad. Finalmente, la población civil que sufrió en sus carnes la barbarie guardó un opaco silencio durante décadas por un miedo imborrable.
“La desbandá de Málaga. Una masacre silenciada”, con guión de Ricardo Aguilera, intenta arrojar luz sobre los tremendos sucesos de La desbandá con la ayuda del arqueólogo e historiador Andrés Fernández Martín, la historiadora Maribel Brenes, el Coronel del Ejército y Profesor de Historia Militar Fernando Puell de la Villa, el historiador y escritor Jesús Majada y el Presidente de la Asociación Socio Cultural Memorialista La desbandá, Rafael Moral.