El 13 de septiembre de 1974 ETA perpetró en Madrid el primer atentado indiscriminado contra la población civil. Ese día, dos etarras venidos expresamente del País Vasco francés, pusieron una bomba en la cafetería Rolando, en el número 2 de la calle del Correo de Madrid, al lado de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol.
La explosión se produjo poco después de la dos de tarde, una hora en la que la cafetería estaba especialmente concurrida de clientes. El atentado causó la muerte de 13 personas y heridas a otras 73.
El tipo de atentado causó una honda consternación en el régimen, y el gobierno de Carlos Arias Navarro se empeñó desde el primer momento en presentar el atentado como una conspiración entre ETA y el Partido Comunista de España. Pero también causó una profunda impresión en la oposición antifranquista, en la opinión pública e, incluso, en las filas de la banda terrorista.
ETA no asumiría el atentado hasta el mismo momento en que anunció su disolución en 2018, 44 años después. Las diferencias internas dentro de la banda a causa del carácter indiscriminado del atentado, se resolvieron en la mayor escisión de su historia. Por un lado, ETA político-militar y, por otra, ETA militar, entonces minoritaria, pero que se acabaría convirtiendo en la ETA que continuó 44 años más, prodigándose en atentados indiscriminados similares al de la calle del Correo.
Los dos etarras que pusieron la bomba en la cafetería Rolando no llegarían a ser detenidos nunca. Las personas que les dieron cobijo en Madrid, entre ellas, Eva Forest, responsable de la infraestructura de ETA en la capital de España, serían amnistiadas en 1977, sin que a día de hoy nadie haya respondido ante la justicia por aquellas muertes.
Para la oposición antifranquista, el atentado le permitió alejarse de ETA y de sus métodos terroristas. Hasta ese momento ETA había disfrutado de prestigio entre las filas opositoras por haber volado el coche del presidente del gobierno, Luis Carrero Blanco, mano derecha de Franco, el 20 de diciembre de 1973, causándole la muerte.
El programa da voz a algunas de las víctimas de aquel atentado. Nati Astudillo, vicepresidenta de la Asociación Extremeña de Víctimas del Terrorismo, y Dolores Aguado cuentan su experiencia personal. Cómo la bomba las enterró bajo los escombros, su penosa recuperación en hospitales, las secuelas físicas y psicológicas y, finalmente, el reconocimiento no del todo completo que traería la primera ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo de 1999.
El programa cuenta, además, con las voces del historiador Gaizka Fernández, responsable de Investigación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y autor de La voluntad del gudari y Pardines, cuando ETA empezó a matar; y de Lidia Falcón, detenida por aquellos hechos, cuyo testimonio ha plasmado en el libro Viernes y 13 en la calle del Correo.