El capítulo segundo abarca el periodo de la Guerra Civil. Tiempo en el que el PCE va a alcanzar su mayor influencia política, social y militar.
En el fragor del conflicto armado, el partido generó su leyenda heroica, pero también su leyenda negra.
La dependencia de la ayuda soviética a la República hizo que el PCE cobrara protagonismo por encima de otras fuerzas. El partido se convirtió en la columna vertebral de la resistencia armada; disciplinado en el frente anteponía la victoria militar a cualquier otro fin; creó el Quinto Regimiento y canalizó la ayuda exterior a través de las Brigadas Internacionales.
Pero esa posición de primacía estimuló, a su vez, las críticas y los recelos de otros grupos republicanos, socialistas o anarquistas, que denunciaban los favoritismos hacia los militantes comunistas y la sumisión política a la voluntad de Stalin. También surgirán otros partidos comunistas con sensibilidades diferenciadas, es el caso del PSUC que agrupaba a los comunistas catalanes, o el del POUM con un claro perfil heterodoxo.
Y, entre tanta destrucción y más allá de la propaganda franquista, los comunistas habrán de soportar la responsabilidad de cometer excesos execrables, como las sacas y fusilamientos de Paracuellos o la formación de los centros de detención y tortura conocidos como checas.