La de Félix de Azara es una historia de amor por la naturaleza, entusiasmo, perseverancia y lealtad a la patria. Este ingeniero militar altoaragonés, natural de la localidad oscense de Barbuñales, escribió algunas de las páginas más meritorias –y lamentablemente más olvidadas– de la ciencia y la exploración española en tiempos de la Ilustración.
Tras completar su formación castrense, Azara participó en la fortificación de varias plazas militares y a punto estuvo de perder la vida en el desastroso desembarco de Argel de 1775. Siete años más tarde, después de concedérsele el traslado a la Armada, fue enviado a América en misión secreta para delimitar las fronteras del Virreinato del Río de la Plata con las posesiones del imperio portugués. Permaneció largos meses en Asunción (Paraguay) a la espera de los enviados lusos, que nunca se presentaron. En aquel ambiente de desinterés y corrupción en los territorios hispanoamericanos, a Lisboa le beneficiaba mantener la indefinición de los límites del Brasil, sistemáticamente ampliados más allá de lo dispuesto en el Tratado de Tordesillas gracias a la acción expansiva de los denominados bandeirantes: heroicos terratenientes según la historia brasileña o simples piratas de tierra a juicio de la española.
Cansado de esperar, Félix de Azara decidió emprender en solitario una misión cartográfica por los actuales Uruguay, Paraguay, norte de Argentina y sur de Bolivia. Para dar más sentido a su estancia en América, se autoimpuso la tarea de describir la flora y fauna que tanto llamaban su atención en aquellas regiones. De forma completamente autodidacta, aunque sistemática y rigurosa, durante casi veinte años catalogó cientos de especies de plantas, mamíferos y principalmente aves, muchas desconocidas en el viejo continente.
De vuelta en Europa, y gracias a su hermano José Nicolás de Azara –a la sazón embajador de España en París y amigo de Napoleón–, Félix logró publicar varias obras recopilatorias como Apuntamientos para la historia natural de los pájaros del Paraguay y del Rio de la Plata, trabajos inmediatamente reconocidos y traducidos. Sus reflexiones, algunas cercanas a la idea de la evolución biológica, inspiraron a contemporáneos como Charles Darwin, que lo cita varias veces en Viaje de un naturalista alrededor del mundo y en El origen de las especies. Sin embargo, al no ceñirse a la nomenclatura binominal latina establecida por Linneo, y adoptada por la comunidad científica, las aportaciones de Azara pronto cayeron en el olvido.
El documental de Álvaro Soto, "Félix de Azara, la evolución de un naturalista de frontera", reivindica la figura de este inquieto viajero ilustrado con la ayuda de Manuel Español e Ignacio Ballarín, coorganizadores de las Jornadas Azarianas celebradas en Huesca en 2005. El profesor de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid, Santos Casado, la profesora de Literatura de la Universidad de Zaragoza, María Dolores Albiac y el naturalista, Joaquín Araújo, colaboran en la composición de este retrato sonoro de Félix de Azara, que se completa con las voces de su sobrina nieta. Blanca Jordán de Urríes, y del Presidente de la fundación argentina que lleva su nombre, Adrián Giacchino.