Fue la peor catástrofe sanitaria de la historia, una crisis mundial de población que quedó eclipsada por los últimos compases de la Primera Guerra Mundial. Aunque la falta de registros precisos dificulta el recuento, los investigadores sitúan entre cuarenta y cien millones el número de muertes directamente imputables a la pandemia gripal de 1918.
Tampoco existe consenso sobre su origen; tradicionalmente se apunta a un campamento de instrucción del ejército estadounidense en Kansas, pero hay indicios que también permiten pensar en el importante campamento británico establecido en la localidad de Étaples-sur-Mer, al norte de Francia. La pandemia recorrió el mundo a gran velocidad impulsada por los transportes de tropas entre América y Europa durante la Gran Guerra, y por el fuerte desarrollo de la navegación y el ferrocarril de comienzos del siglo XX. Los ejércitos contendientes sufrieron una inesperada avalancha de bajas por gripe que complicó las operaciones bélicas en el frente occidental.
La primera ola epidémica se desarrolló en la primavera de 1918; fue seguida de otro embate –mucho más mortífero– entre el verano y el otoño; y de una tercera fase invernal que duró hasta los primeros meses de 1919. Algunos autores señalan la existencia de una oleada heraldo (previa a las tres anteriores) que reforzaría la tesis de su origen norteamericano.
Al mantenerse neutral durante la guerra, España fue la única nación que permitió a sus periódicos informar con libertad sobre la pandemia. Poco tardó el resto de países en bautizarla como gripe española, nombre con el que ha pasado a la historia. Madrid fue la ciudad española más afectada durante la primera oleada. La enfermedad, apodada el Soldado de Nápoles en alusión a una zarzuela del momento, se extendería con rapidez por el resto del país y acabó con la vida de 250.000 personas.
Casi un siglo después, la ciencia consiguió desentrañar buena parte de sus misterios. Desde 2005 conocemos la carga genética del virus de 1918 (una cepa aviar de H1N1) gracias a los trabajos de secuenciación desarrollados en Estados Unidos por el virólogo Jeffrey Taubenberger. También se ha estudiado su comportamiento a partir de la reconstrucción del patógeno, capitaneada por el microbiólogo español Adolfo García-Sastre.
El documental de Álvaro Soto 'La pandemia de 1918: la llamaron gripe española' cuenta con la participación del propio profesor García-Sastre desde la facultad de Medicina del hospital neoyorquino Mount Sinai, de cuyo Instituto de Salud Global y Patógenos Emergentes es director. El programa recoge además las voces de Anton Erkoreka, director del Museo Vasco de Historia de la Medicina; Diego Ramiro Fariñas, jefe del departamento de población del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC); Beatriz Echeverri, doctora en Sociología y autora del libro La gripe española. La pandemia de 1918-1919; y Santiago Mata, doctor en Historia y autor de la obra Cómo el ejército americano contagió al mundo la gripe española. También se incluyen testimonios de supervivencia que retratan la dureza de la enfermedad en España.