A finales de agosto y principios de septiembre de 1977 se lanzaron las dos naves Voyager y aún se mantienen viajando por el espacio. Estas sondas robóticas se han convertido en los ingenios más longevos fabricados por el ser humano que están más lejos de la Tierra. Con un instrumental obsoleto y con ordenadores de menor capacidad que los actuales teléfonos inteligentes, las Voyager I y II recopilan información sobre el universo y, a la vez, hacen historia al situarse en los confines del sistema solar y en el espacio interestelar.
La misión es un proyecto de la NASA operado por el Laboratorio de Propulsión a Reacción (JPL. Jet Propulsion Laboratory), creado para explorar los planetas externos del sistema solar situados más allá del cinturón de asteroides, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, y sus satélites. Según se fueron cumpliendo los objetivos, la importancia de los éxitos alcanzados por ambas naves hicieron que la misión se ampliara.
En 2013, los científicos del JPL anunciaron que por primera vez un vehículo construido por el ser humano, la Voyager I, había salido de nuestro sistema solar. Actualmente navega por el espacio interestelar a más de 21.000 millones de kilómetros de la Tierra. Por su parte, La Voyager II con una trayectoria algo distinta fue la primera nave en explorar Urano y Neptuno, y se sitúa algo más cerca de nuestro planeta.
En el transcurso de este gran viaje, las sondas Voyager han realizado descubrimientos que han modificado el conocimiento astrofísico. Han logrado hitos como captar decenas de miles de imágenes cercanas de los astros, como nunca antes se había conseguido, o analizar directamente sus atmosferas. Asimismo, han descubierto 48 nuevas lunas, numerosos anillos y actividad volcánica y géiseres en diferentes astros.
Debido a la enorme distancia a la que se encuentran y al tiempo transcurrido, la efectividad del instrumental ha disminuido y los once experimentos que las sondas inicialmente eran capaces de realizar se han reducido.
España tiene un papel relevante en el seguimiento de las sondas. El Complejo de Comunicaciones de Robledo de Chavela, como centro integrante de la Red del Espacio Profundo junto con los de Camberra y Goldstone (EEUU), participa en la recepción y tratamiento de las señales de radio que las sondas envían.
En estos cuarenta años de misión ha habido momentos de gran valor simbólico como cuando, en 1990, la Voyager I tomó una fotografía de nuestro planeta a una distancia de 6.000 millones de kilómetros. La Tierra era un pequeñísimo punto azul pálido en medio del universo. No era una prueba científica sino más bien romántica pero los investigadores querían visualizar el lugar que ocupamos y lo insignificante y frágiles que somos.
Una vez que la energía de estos vehículos espaciales se agote, cuando llegue a su fin el combustible nuclear que las alimentan, y las sondas se apaguen y se pierda el contacto con ellas, en ese momento, se convertirán en cápsulas del tiempo a través del cosmos a la espera de que otras civilizaciones extraterrestres las puedan encontrar. Con ese propósito cada una de ellas porta un disco de oro con información sobre la vida en la Tierra: imágenes, audios, músicas y textos identificativos sobre nuestro planeta.
Documentos RNE recorre la historia de esta odisea de la mano de Antonio Buitrago con la participación de los Jefes de Operaciones del Complejo de Comunicaciones de Madrid, Ángel Anaya y Carlos González Pintado (jefe entre 2001 y 2011), y Rafael Bachiller, astrónomo y director del Real Observatorio Nacional de Madrid.
Histórico de emisiones:
16/12/2017