Ana María Matute vivió casi noventa años (1925-2014), pero le gustaba decir que no pasó de los doce. Ocupó un sillón de la Real Academia Española. Fue una de las voces más singulares de la narrativa española del siglo XX, recibió los premios más importantes de la literatura en castellano y fue varias veces candidata al Nobel.
Decía que escribir era para ella una forma de ser y de estar en el mundo. Por eso, su vida y su obra no pueden separarse. Su infancia, que en alguna ocasión dijo que es más larga que la vida, fue fundamental. Por eso, muchos de sus protagonistas eran niños, o los adultos que recuerdan su niñez.
Pronto la literatura fue para ella un refugio ante la extrañeza de un mundo que no entendía. Fue además una puerta a través de la que podía habitar los mundos vividos o creados por otros. Y fue un camino para expresar el mundo propio que iba inventando como alternativa a aquel que no le gustaba.
Ana María Matute nació en una familia burguesa de Barcelona, de madre riojana y padre catalán. Una torre de marfil, un mundo lleno de convenciones y de hipocresía que poco tenía que ver con la vida, y donde, desde pequeña, supo que no encajaba. Se sintió mucho más cómoda en Mansilla de la Sierra, el pueblo de su madre, donde conoció unos niños más pobres y más auténticos. Y donde conoció en profundidad el bosque, ese paisaje que también formó parte de muchas de sus obras.
Ana María comenzó a escribir y a publicar muy pronto. Su primera novela, Pequeño teatro, la escribió a los 17 años, con la que doce años después ganó el Premio Planeta. Quedó semifinalista del Premio Nadal en 1947 con Los Abel, la primera novela que publicó y que había escrito con 19 años. Su irrupción en el panorama literario español fue la de una voz fresca y singular, que se adelantó a algunas técnicas que tendrían éxito muchos años después, como los microrrelatos o los mundos fantásticos de resonancias medievales.
Su vida atravesó el éxito profesional en los años cincuenta y sesenta, en paralelo a algunos sufrimientos personales, como su doloroso fracaso matrimonial. En 1971 entró en una depresión que la apartó de su actividad, cuyas causas, según reconoció años después, tenían que ver con todas las malas experiencias personales de los años anteriores. Pero en 1996 llegó el resurgimiento definitivo con una novela de casi mil páginas que llevaba 25 años sin terminar: Olvidado rey Gudú. Recibió el Premio Cervantes en 2010 como culminación de toda su obra.
Érase una vez... Ana María Matute, con la firma de Luis Zaragoza, cuenta con la participación de María Paz Ortuño, amiga de Ana María Matute y experta en su obra; y con Jorge de Cascante, autor de El libro de Ana María Matute: antología de literatura y vida. Gracias al Archivo de RTVE, además, se podrá oír no sólo la voz de la propia Ana María Matute, sino también las de sus hermanos José Antonio y José Luis, su hijo Juan Pablo o su amiga Esther Tusquets.