Diálogo y esperanza, fueron las claves de la vida de Ruiz-Giménez. Una longeva existencia de 96 años que atravesó los principales acontecimientos de nuestra historia reciente, y donde experimentó una continua evolución en la búsqueda, cada vez más radical, de su ideal utópico de entendimiento humano.
Tras cada paso en su evolución vital estuvo siempre su honda fe religiosa cuyo sentido, también, experimentó cambios. En los convulsos años treinta, Joaquín Ruiz-Giménez fue un activo miembro de las organizaciones seglares católicas universitarias. Cercano al bando sublevado, es detenido en Madrid, junto a sus hermanos, al comienzo de la Guerra Civil, y liberado gracias a la intervención del entonces ministro de la Gobernación, cercano a la familia. Salida que aprovechará para abandonar la zona republicana y sumarse al bando franquista.
Junto al dictador hará carrera política; entre los años cuarenta y cincuenta fue embajador ante la Santa Sede y ministro de Educación. Sin embargo, imbuido de su espíritu de reconciliación, Ruiz-Giménez va a iniciar un lento e inexorable proceso de ruptura con el régimen, hasta convertirse en uno de sus críticos más duros.
Como consecuencia de su posición aperturista, sale del Ministerio de Educación tras los altercados estudiantiles de 1956. Vuelve al ámbito universitario en Salamanca y como profesor va a dejar una destacada escuela de Filosofía del Derecho. Pero uno de los hitos en su transformación se va a producir con el pontificado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. A partir de aquí, entenderá que la fe cristiana es, ante todo, un compromiso de servicio.
En 1963 creó Cuadernos para el diálogo, una revista que se va a convertir en el referente del pensamiento crítico, de la apertura cultural y de la pluralidad ideológica, donde se dice que muchos políticos de la transición aprendieron las nociones fundamentales de la democracia.
Como abogado fundó un despacho que tuvo una intensa actividad en la etapa final del franquismo. Desde él defendió a personas acusadas de delitos de opinión, como los dirigentes de Comisiones Obreras juzgados en el Proceso 1.001.
Con el deseo de tender puentes y conciliar posturas, Joaquín Ruiz-Giménez desplegó una intensa actividad pública en múltiples planos. Ya en democracia, se convirtió en el primer Defensor del Pueblo. Aunque no renovó un segundo mandato por falta de apoyo político, contribuyó a imprimir carácter a la institución. Y al final, durante doce años, ocupó la presidencia de UNICEF España.
Luis Zaragoza nos acerca a Ruiz-Giménez en Documentos RNE, con la participación de los historiadores y estudiosos de su figura, Javier Muñoz Soro y Paz Pando Ballesteros. También intervienen los discípulos y colaboradores suyos, Javier Rupérez y Fernando Ledesma; y su hija Guadalupe. Además de los testimonios del propio Ruiz-Giménez provenientes del Archivo de RTVE.