Juan Eduardo Zúñiga fue un escritor minoritario que tuvo una vida relativamente tranquila y recogida. Sólo empezó a ser conocido a partir de los años ochenta del pasado siglo, cuando tenía más de sesenta años, gracias al tesón y la admiración de un grupo de amigos escritores e incondicionales lectores. Zúñiga practicó lenta y minuciosamente la escritura de cuentos, un género poco valorado durante mucho tiempo.
Zúñiga tuvo una vida longeva, vivió 101 años, y su aspecto físico, alto, delgado y con una larga barba, recordaba a un personaje de novela rusa, una literatura que admiró y en la que encontró una importante fuente de inspiración.
Nació en Madrid en 1919, la misma ciudad en la que murió en febrero de 2020. Vivió la Guerra Civil siendo adolescente y salió de ella, según dijo, herido, como todos los de mi generación. Sus vivencias de aquellos años germinarán en una trilogía de relatos en los que plasma las pequeñas tragedias personales, dentro de la gran tragedia general. En Largo noviembre de Madrid, La tierra será un paraíso y Capital de la gloria, Zúñiga se aleja de la épica de la guerra y de los panfletos, y posa su mirada sobre las gentes que en el Madrid sitiado tratan de salir adelante.
Por aquel entonces, Zúñiga había escrito un par de obras que tuvieron poca repercusión. Inútiles totales, donde relata su experiencia personal al ser reclutado; y El coral y las aguas, una novela ambientada en la Grecia clásica, donde abordaba la realidad española con un lenguaje simbólico, que no fue bien comprendida en un momento en que triunfaba en realismo social.
Tras esta decepción, Zúñiga se volvió a su admirado mundo de las lenguas eslavas. Había aprendido ruso por su cuenta, con ayuda de manuales y diccionarios, y se dedicó al ensayo y a la traducción. Fruto de esa afición escribió Las pasiones inciertas de Iván Turguénev y El anillo de Pushkin. También publicó un libro de relatos fantásticos, Misterios de las noches y los días, y Flores de plomo, donde narra el suicidio de Mariano José de Larra a través de las personas cercanas.
A pesar de su escasa vida social, en sus últimos años recibió algunos importantes premios y distinciones: el Premio de la Crítica, el Premio Nacional de Narrativa por Capital de la gloria, y el Premio Nacional de las Letras. Incluso estos reconocimientos no lograron aumentar su fama, pero, en realidad, esta cuestión no parecía importarle.
Para recuperar la discreta figura de Juan Eduardo Zúñiga, Modesta Cruz ha contado en este documental con la participación de especialistas y amigos cercanos a él: la profesora Ángeles Encinar, los escritores Luis Mateo Díez y Manuel Longares, y el periodista y escritor Jesús Marchamalo.