Hay veranos que saben a noches en vela, a risas de madrugada, a sonrisas tímidas... Veranos de pieles tibias, de nariz coloreada, de sueños posibles. Hay veranos que quedarán para siempre, amigos de veranos que podrían quedarse para siempre y proyectos que nacieron como de la nada y que, ojalá -pensamos-, también nos acompañen toda la vida. Como cuando somos niños e imaginamos un futuro que no nos cabe en los brazos, como cuando, ya adolescentes, fantaseamos con todo eso que seremos algún día. Como todas esas veces que cerramos los ojos y nos decimos a nosotros mismos: "por favor, por favor, por favor... que lo consiga".
Quizá, solo quizá, alguno de los jóvenes que este año ha pasado por el Cinemacamp haya cerrado los ojos muy fuerte deseando con toda su alma que esa historia que imagina llegue alguna vez hasta la pantalla grande. Y puede que entre todos ellos, quién sabe, esté la próxima directora, el próximo guionista, el referente del cine español.