Imagina que estás comiendo con alguien; una velada distendida, amigable, incluso con momentos de risas. Imagina que esa persona ha pedido algo que se le queda entre los dientes y tú lo ves. Pero claro, esas cosas no se dicen. ¿O sí? ¿Y si fuera al revés? ¿Te gustaría que esa persona con la que estás compartiendo incluso risas te dijera "ay, date aquí, que se te ha quedado un poco"? Quizá en el momento a todos nos pase que bajemos la cabeza intentando ocultarnos y con un gesto rápido, ¡zas! deshagamos la estampa. Unos segundos de posible incomodidad que quedan en nada si los comparamos a lo que podríamos sentir en la misma cita si nuestro compañero de mesa no nos avisara y nos encontráramos el pastel al llegar a casa.
¿Y qué tiene esto que ver con el cine? Pues que no aparta la mirada. Que señala todas esas mijillas que se nos quedan entre los dientes como sociedad, aunque incomoden. Que es testigo, que no entiende de "lo que no se debe mirar", que sencillamente lo hace. Incluso cuando no se podía hacerlo, cuando España estaba atravesada por la censura, cuando se marcaba la dirección de los sueños, la moral, lo justo, lo correcto. Incluso entonces el cine encontró la manera de decirnos "ay, mirad aquí... que está pasando algo".
Hoy hablamos con Luis E. Parés que debuta con 'La primera mirada', un documental que cuenta la historia de una escuela de cine que surgió entre las ruinas de una posguerra.