Aunque les parezca mentira a los más jóvenes, hubo un tiempo, no tan lejano,
en que no existían ni discos ni MP3. La música tenía que ser forzosamente en
vivo, y quien la quería no tenía nada más que tres salidas: o la hacía el
mismo (por eso se cantaba tanto), la contrataba a los profesionales (de ahí
que hubiera tanto oficio), o la hacía pasar a través de una máquina musical
automática; solución compleja, pero posible. Máquinas, como los
reproductores antiguos de discos. Por cierto, hoy le hemos quitado el polvo
a la máquina de reproducir discos de vinilo y la hemos puesto a trabajar,
porque hoy vamos a escuchar, exclusivamente, discos de vinilo, pero no
discos normales, sino aquellos que, por una razón u otra, tienen alguna
peculiaridad que los convierten en raros.