Las orquestas sinfónicas representan la medida infalible de la situación y comportamiento general de los pueblos: tan sólo con conocer el número, la calidad y el trabajo que desempeñan las orquestas de un país se puede saber, sin peligro a caer en un error, el nivel de su marcha cultural, social y económica. Una orquesta sinfónica es algo más que lo que a simple vista parece. Cuando analizamos su "forma de vida" comprobamos que es muchas cosas a la vez: un complejo colectivo humano, una empresa cultural de gran magnitud y alto presupuesto, un instrumento artístico de máximo orden, un transmisor de felicidad, el logotipo de un estado, un pulmón que insufla cultura y paz a un país. De ahí que una orquesta viene a ser el termómetro con el que se mide la temperatura social de un lugar.