No creo que sea un disparate afirmar que en cualquier lugar donde se halle una forma de civilización regida por una clase dominante que se reúna en acogedores espacios para comer y charlar, allí habrá música de salón. Es tradición que toda residencia opulenta disponga de un lugar de esparcimiento donde, entre otros muebles y adornos, se encuentre una música acorde con el espacio arquitectónico y el festejo. Para estos menesteres no es conveniente una música estridente, complicada o comprometida. Lo importante de la música en las reuniones es que no moleste, que suprima intranquilos silencios, amortigüe los desagradables ruidos de la masticación y rellene los vacíos rincones de suaves resonancias; que no sólo permita hablar, sino que lime posibles asperezas y almohadille la conversación dando a los invitados un aire de narrador radiofónico.
El oído atento
Por salones y cafés
01/02/2014
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