A la idea inicial de la que parte un compositor le podemos llamar semilla, porque, en realidad, va a evolucionar de una manera similar al nacimiento de una planta. La semilla en sí es poca cosa. Si se queda en su estado inicial no dice mucho, es como una frase escrita al vuelo en una libreta, un apunte a bolígrafo, una notas manuscritas sobre un papel pautado (o sin pautar)...
Es un estado embrionario que debe ser alimentado; en un caso con la tierra y sus nutrientes y el agua, y en el arte alimentando la idea inicial con más ideas para propiciar un discurso. Porque toda semilla lleva consigo mucha información, es un pequeño mundo que desea manifestarse. El artista es aquel químico capaz de ver a través de su cáscara y poner los medios para facilitar el crecimiento. Unas veces los estudia y escribe, otras los recuerda, y muchas los improvisa.