No ha sido fácil. Ha habido varios intentos porque había demasiada marea y los atunes se han escapado en dos ocasiones. Los buzos se han tenido que emplear a fondo y han pasado mucho rato debajo del agua junto a a los atunes, intentando dirigirlos hasta el copo, una y otra vez. Normalmente están unos 20 minutos para realizar la maniobra que da lugar a la levantá.
Escucharemos cómo los almadraberos jalean a los atunes y los chapean, que significa dar golpes a los barcos para que el ruido ayude a dirigir a los atunes ahuyentándoles de un compartimento a otro hacia el copo. En caso de no lograrlo, también suelen echar al agua unas lonetas blancas que simulan el vientre de una horca. Maniobras que coordina el capitán con los marineros y buzos.
Todo ocurre muy rápido y dos ocasiones he visto y escuchado cómo jaleaban y chapeaban sin éxito. Los rostros de los almadreberos pasaban de la ilusión a la resignación tras los dos intentos fallidos. Pero finalmente, a la tercera ha sido la vencida. Los atunes y los buzos o "ranas" como les llama el capitán, pasan debajo del barco en el que me encuentro que se conoce como "la secá". Pero antes los marineros de abordo tienen que ir a una y subir las redes que separan ambos compartimentos y volverla a bajar cuando hayan pasado los pescados y los buzos. Entonces toca esperar el visto bueno del buzo jefe que confirme que los atunes están en el copo y se puede iniciar la siguiente maniobra. Ese momento es muy especial porque ¡ya puede empezar la levantá!
La euforia, los gritos de alegría y las risas acompañan la siguiente maniobra. Hay que levantar las redes del fondo para que lo atunes vayan subiendo a la superficie y poco a poco acercarse al barco de enfrente.
La mar se cubre de espuma blanca al ritmo que se sube la red. Los atunes aletean compulsivamente.
Terminada la maniobra, los atunes prácticamente en la superficie, los almadraberos se tiran a esa piscina llena de decenas de atunes... Unos 80 en esta ocasión aproximadamente.
Son enormes, pesan una media de 180-200 kilos. Mientras desde el otro barco una grúa sube a los atunes de dos en dos a cubierta.
Es un espectáculo visual, mucha adrenalina y coordinación. El capitán se emociona y eso que lleva una vida en esto.
Ha sido un lujo conocer en primera persona, minuto a minuto, el arte de esta pesca artesanal y a sus protagonistas. Es una pequeña gran familia que vive apasionadamente su oficio. Una forma de vida ligada al atún y a sus tradiciones que tiene más de 3.000 años de vida y que sigue muy viva. Pescan atunes, su medio de vida también, por eso la almadraba es la principal cuidadora de esta especie. Fueron ellos quienes dieron la voz de alarma cuando la pesca industrial dejó la mar huérfana de atunes y peligraban.
Ahora todos sufren las restricciones de cuota consecuencia de las malas prácticas de algunos y los almadraberos también están sufriendo la crisis. Necesitan que les aumenten la cuota para pescar más atunes de forma sostenible y seguir manteniendo la tradición además de las 600 familias aproximadamente que viven directa o indirectamente del oro rojo que es el atún.
El ronqueo (por el ruido que hace) o despiece del atún. Hay dos japoneses entre los trabajadores eligiendo las piezas que se van a embarcar directamente rumbo a Japón. El barco espera en el muelle.