Quería conocer cómo es un club dónde se va a fumar o a consumir cannabis porque las dos Federaciones de Asociaciones Cannábicas de Cataluña reclaman una regulación clara del sector para superar la estigmatización y discriminación, que según confiesan, están sufriendo.
A finales de este verano, en Barcelona se cerraron más de 40 clubs y las intervenciones policiales en las plantaciones son constantes. Pero desde el sector, las asociaciones han presentado un código de buenas prácticas para evitar el turismo cannábico y controlar el consumo.
Yo he entrado en un club que pasa muy desapercibido porque no hay indicaciones en la puerta y para llegar a la sala dónde se fuma hay que abrir varias puertas y caminar por algunos pasillos. Me han explicado cómo funcionan y lo difícil que es entrar como socio porque sólo admiten a quienes vengan de la mano de otro socio que confirme que el candidato es consumidor y, en cierto modo, le avale. También se controla el consumo y el cultivo de cada variedad de la planta. No en vano, tienen a más de 200 socios que son terapéuticos porque les hace un seguimiento el médico que de forma altruista colabora con la asociación.
Afirman que de esta forma, fuman en lugares cerrados y privados, conocen de primera mano la calidad del cannabis que consumen y no tienen que acudir a la calle evitando así el trapicheo. En la sala dónde se fuma, me encontré con un grupo de chicos de perfiles distintos que fumaban tranquilamente, unos escuchando música, otros mirando internet en el ordenador y el resto conversando. Muchos no se conocían antes y ahora comparten una tarde cualquiera como si de un grupo de amigos se tratara.
