Participo de unas jornadas organizadas por el Fondo Andaluz de Municipios por la Solidaridad Internacional (Famsi), donde se habla de educación al desarrollo y de educar en valores, pero no una hora a la semana, sino de forma transversal y no solo en el aula de un colegio o un instituto. Escuchamos algunos ejemplos de proyectos en centros educativos y cómo en ciudades como Córdoba, con un largo camino andado en el terreno de la solidaridad y la educación al desarrollo, se ve el efecto multiplicador que tiene ir todos a una en ese sentido.
Porque los niños y las niñas nacen con valores que jamás deberían perder; al contrario, se deberían respetar y fortalecer. Ellos saben qué es justo, saben ser solidarios, saben reconocer unas buenas prácticas y tienen las mentes abiertas para compartir y conocer otras experiencias. Por eso, cuando hablamos de educarles, deberíamos partir de todos esos valores innatos en mentes vírgenes, no contaminadas, para avanzar hacia una sociedad más igualitaria y justa. Aprender páginas y páginas de memoria, llenar un cuenco con letras, no significa que les enseñemos a vivir con coherencia y con sentido común. Por eso, resulta fundamental construir con ellos y con la sociedad que les rodea un mundo mejor. El cole o el instituto no deben ser islas educativas ajenas a los valores que se promueven en casa, en la calle o en el entorno que les rodea.