Se llama Candela y tiene unos ojos vivos de azul intenso. Nació en un cuerpo equivocado y ha pagado con cárcel pero también con su vida que en su casa no le aceptarán como era. Su madre fue la única cómplice con la que contó Candela en su infancia pero ni su padre ni sus hermanos supieron comprender y tolerar que su hermana fuera una niña encorsetada en un cuerpo masculino. Un cuerpo convertido en cárcel de una identidad. Y así, Candela empezó a vivir más fuera que dentro de su casa, a convivir con otros ambientes dónde ella se sentía comprendida pero también eran demasiado sórdidos para una adolescente.
La droga, la prostitución y una cosa que le lleva a la otra forjaron a una Candela que aprendió a sobrevivir, a hacerse fuerte en según qué ambientes pero muy dulce en otros. Pero siempre le faltó cariño, alguien que se preocupara de verdad por ella, por saber cómo se sentía. Algo que hoy en día sigue echando de menos.
A sus 49 años, hace tiempo que es la mujer que siempre quiso ser físicamente. Tiene una melena rubia, esos ojos como el mar y un cuerpo fuerte que sabe por dónde pisa. Siempre vivió de la calle pero lleva 6 años viviendo en la calle con las personas sin hogar, intentando salir de ese círculo vicioso.
La historia de Candela es la historia de muchas mujeres transexuales que no han sido aceptadas por sus familias ni por la sociedad. La soledad y la falta cariño y de comprensión que sufren les marca para toda la vida.