Hablamos de la otra vuelta al cole, de los alumnos que acuden a la escuela de un hospital. Son alumnos muy especiales porque todos están enfermos, pero intentan no perder comba con los estudios. Se unen todas las edades con diferentes patologías y durante un buen rato son niños y niñas que aprenden, juegan, se divierten y hacen amigos nuevos.
Estoy en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla, un hospital de referencia donde acuden muchos niños. Aquí se juntan todos menos los que no se pueden desplazar al aula o los de la planta de oncología infantil, que tienen su propia clase. El maestro Paco está en contacto con los profesores de estos niños y niñas, sobre todo con los crónicos, para que no pierdan el curso y que puedan avanzar en la medida de lo posible.
Aquí la complicidad y el cariño se respiran en el ambiente entre los alumnos, el profe, la auxiliar de enfermería que lleva más de 30 años en la escuela y los padres. Porque el termómetro de las emociones se dispara de vez en cuando. Hay niños que están esperando para irse a sus casas, otros acaban de llegar y son reticentes a la escuela, y unos cuantos vienen demasiado a menudo.
Los ánimos de los niños también varían según el día o el tratamiento que tengan. A veces no pueden desplazarse hasta la escuela y los profesores van a las habitaciones para continuar con ellos lo que estén estudiando o para darles materiales que les hagan más llevadero el día.
Ya han llegado algunos alumnos a clase. El maestro les espera con sus bata blanca junto a la auxiliar de enfermería. Juntos hacen un buen equipo, destilan ternura por doquier. Aquí, cada uno llega cuando puede, porque la prioridad es el tratamiento o las pruebas médicas que se tengan que hacer. El aula es grande, luminosa, porque tiene unos ventanales enormes desde los que se ve el cielo, con plantas y mucho color por todas partes. Es un espacio acogedor en el que cada niño o niña encuentra su lugar.
A mí me ha encantado, entre otras cosas, la idea de que cada niño escriba un cuento de ficción o contando su experiencia en el hospital para compartirlo con el resto de compañeros. La elección del tema es libre y este trabajo forma parte de un ejercicio de lengua, porque a partir del cuento salen juegos de palabras que ellos mismo proponen, preguntas y respuestas o una sopa de letras.
En esta escuela se amontonan decenas de cuentos de alumnos que pasaron por este aula y dejaron su testimonio de una forma u otra. "También los que ya no están entre nosotros, y a esos les tengo especial cariño", confiesa Paco, una persona que sonríe con los ojos en todo momento. Y reconoce estar "enganchado a estos niños y niñas" porque son muchas las historias que se viven en este aula hospitalaria y que se lleva a su casa cada día.