Pepe Riquelme es un hombre de mediana edad que nació sin una pierna porque cuando su madre le llevaba en el vientre, el médido le recetó talidomida para aliviarle de las náusesas y vómitos propios de los primeros meses de gestación. Y como él, fueron decenas de miles de niños y niñas los que nacieron con alguna malformación física. Él se considera un privilegiado y lo es tras ver las imágenes y conocer casos de personas que salieron al mundo sin piernas, sin brazos, sólo con el tronco y la cabeza... Indescriptible el dolor de estas personas, de sus padres, de esas familias.
Y la culpa, como se ha demostrado en éstos años, la tuvo este principio activo, la talidomida, que la farmacéutica alemana Grünenthal comercializó por todo el mundo.
La historia de Pepe es la de un luchador incansable por conocer la verdad y buscar justicia. Un camino casi siempre en solitario que hace unos años continúa acompañado con otras víctimas de la talidomida. Su testimonio es sobrecogedor pero la lucha legal, el éxito histórico logrado en los juzgados para que Grünenthal pague y reconozca el daño causado, le sigue dando fuerzas, ahora más que nunca incluso, para continuar. La sentencia sólo reconoce a 24 víctimas que son las que indemnizará de momento. Porque Pepe, como presidente de la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España (AVITE) va a recurrir para que sean muchos más los casos reconocidos como víctimas.
Este hombre, padre de familia y trabajador, tiene pruebas de hechos aberrantes que demuestran cómo se jugó con las vidas de las personas. Vidas truncadas por "el mayor atentado farmacológico de la historia", como comenta Pepe