Soñar es un escape de la realidad. Soñar es también a veces un modo de continuar y repetir la realidad. Soñar es un vehículo inmejorable para vivir mil posibles absurdos y mil difíciles verdades. Está bien eso de soñar. Lo malo es que las más de las veces uno no es capaz de controlar sus sueños y el riesgo se recrudece cuando el sueño no resulta particularmente agradable y es de todo punto imposible. Escapar del. De cualquier forma, la experiencia enseña que hay una llave para intentar huir de los sueños. Parpadear. Solo parpadear. Cerrar y abrir los ojos con violencia varias veces. Intentar hacerlo desde las profundidades del sueño. Así se ha conseguido en más de una ocasión dejar atrás una pesadilla. Pero ocurre una cosa. Si el sueño es particularmente ingrato, uno se decide entonces a parpadear violentamente. Y a pesar de todo, el sueño o lo que sea permanece. Entonces debe uno empezar a pensar que ha perdido facultades para dominar sus propias pesadillas, o que aquello, aquel horrible absurdo que nos ahoga, no es realmente un sueño. Una notable experiencia. Nuestro amigo de esta noche tuvo una experiencia similar que hoy nos toca contarles en nuestro rincón terrorífico del escalofrío.
Una historia de angustia y pesadillas de Juan Tébar.