La encina es el árbol predominante en nuestro país. Con casi tres millones de hectáreas, representa cerca del 12 % de la superficie forestal nacional. Esta especie, Quercus ilex, es capaz de soportar veranos secos con temperaturas superiores a los 30 grados e inviernos gélidos con temperaturas de hasta 20 grados bajo cero, además de crecer sobre suelos muy variados. Como explica Luis Gil, ingeniero de montes y miembro de la Real Academia de Ingeniería, la protección de ésta y de otras especies productoras de bellota ya aparece en el fuero juzgo, el cuerpo de leyes que rigió en la península Ibérica durante la dominación visigoda y buena parte de la Reconquista.
La encina, en origen, no formaba bosques continuos como lo demuestra la gran cantidad de polen y de fruto que produce. Características que junto al buen carbón que produce para los hogares, fueron aprovechadas por el ser humano y contribuyeron a su selección como especie predominante.
La dehesa es el paisaje agrario más característico de la Península Ibérica. Se trata de un bosque de encinas clareado por la mano del hombre para su aprovechamiento ganadero y, recientemente, para la producción de trufas. Sin embargo, ese aprovechamiento ganadero impide la regeneración del arbolado lo que convierte a estos ecosistemas en unos de los más frágiles de nuestro país. Otra amenaza que se cierne sobre encinas y alcornoques es "la seca", una enfermedad que provoca la pérdida progresiva de las hojas, con síntomas parecidos a los de la sequía. Este decaimiento en el arbolado puede tener un origen diverso lo que dificulta su conocimiento y --sobre todo-- las medidas adecuadas a aplicar.
Esto es ingeniería
La encina, el árbol representativo español.
25/08/2019
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