Para Ludwig van Beethoven su gran sinfonía no fue ni la Eroica, ni la Quinta, ni la Pastoral, ni tan siquiera la que muchos han considerado como la mejor que jamás se haya escrito, la Novena. Por muy extraño que sea, se dice que el compositor de Bonn siempre consideró, delante de todos sus allegados, que la Octava Sinfonía era la más grande de todas. La que apodó cariñosamente como “mi pequeña Sinfonía en Fa”, para distinguirla de sus dos predecesoras. Robert Schumann comentó que la Octava era “una esbelta doncella griega entre dos gigantes nórdicos”. Richard Wagner afirmó que “es muy sublime por cuanto combina la tragedia y la fuerza, y un vigor hercúleo, con los juegos y caprichos de un niño”. Y no es para menos, pues su belleza radica en formas sencillas pero rupturistas, marcadamente rítmicas y un hilo conductor que bien podría parecer el de un Concierto para piano –como originalmente fue pensada-.
Y sobre su origen, el momento personal que vivía, su estreno y acogida por el gran público, la importancia del metrónomo y su análisis han hablado Luis Ángel de Benito, Marta Vela, Josan Aramayo y Lewis Lockwood, además del análisis musical realizado por el compositor Héctor Berlioz. En dicha lectura ha participado Carlos González Díez. La grabación seleccionada ha contado con la Orquesta de Cámara de Europa, dirigida por Nikolaus Harnoncourt.