Entre 1805 y 1806, Ludwig van Beethoven, en plena efervescencia compositiva, escribió en el pueblo de Döbling su cuarto Concierto para piano, su cuarta Sinfonía, comenzó la Quinta, adaptó su ópera Leonore y publicó la Sonata para piano de la que, según Czerny, más orgulloso se sentiría durante la siguiente década: la nº 23, en fa menor, op. 57. Esta última sería conocida como “Appassionata” gracias a su editor Cranz, pese a las reticencias del genio de Bonn, que no veía con buenos ojos que la gente pudiese pensar que sus otras obras no debían tocarse tan apasionadamente. Eso sí, que el propio Beethoven, según cuentan, dijese que para tocar esta sonata había que leer antes La Tempestad, de Shakespeare, no hizo más que despertar la imaginación de intérpretes, musicólogos y melómanos en general, quienes la han llegado a comparar también con el Infierno de Dante, el Rey Lear, Macbeth o las tragedias de Pierre Corneille. El pianista y compositor inglés Donald Tovey escribió que “todos los restantes finales patéticos de Beethoven muestran un epílogo en cierto mundo legendario o futuro, alejado de la escena trágica... o un humor, combativo, humorístico o resignado, que no implica un sentido de condenación trágica”. Sin embargo, aquí “ni por un momento puede dudarse de que la pasión trágica se encamina hacia la muerte”. Y sobre este asunto, su origen, su nombre, la mujer a la que pudo dedicársela, sus motivos principales, su análisis musical y otras cuestiones se han podido escuchar las palabras de Luis Ángel de Benito, Jan Swafford, François-René Tranchefort y Andrés Amorós. En las lecturas ha participado Amalia Pérez. La grabación seleccionada ha contado con el pianista Sviatoslav Richter.
Gran repertorio
BEETHOVEN: Sonata nº 23, op. 57. Appassionata
12/06/2022
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