La Iglesia Católica ha presentado durante siglos el triduo sacro –entiéndase como el jueves, viernes y sábado santos- como una de sus celebraciones litúrgicas más importantes. Por supuesto, el arte ha jugado un papel principal en la conservación de esta tradición, con la música a la cabeza.
Este interés se reafirmó a partir del Concilio de Trento, una asamblea ecuménica convocada como respuesta a las ideas de la Reforma protestante, que comenzó en 1545 y finalizó 18 años después. Pero aún tendrían que pasar dos décadas para que Tomás Luis de Victoria, uno de los polifonistas más destacados de la historia, considerado el mayor de las tierras hispánicas, publicase en Roma una colección de 37 obras bajo el título de “Officium Hebdomadae Sanctae”.
Hay que agradecer su participación, por orden de aparición, a Cristina Bravo Lozano, Alfonso de Vicente Delgado y Josep Cabré Cercós.