Dos episodios racistas en distintas décadas tuvieron como protagonistas a Arnold Schoenberg, Miklós Rózsa y la cantante afrodescendiente Anne Brown, primera Bess de la ópera de George Gershwin, Porgy and Bess. Los tres citados músicos se encontraron una noche en el Crescendo Club, local de Hollywood regentado por un profesor de canto ruso con acento de Brooklyn.
Thomas Mann y su familia eran asiduos de otro emblemático establecimiento de Santa Mónica (California): el Chalet Suizo de Max, regentado por un propietario también suizo. Mann hizo amistad con otro escritor exitoso de aquellos años, el británico Christopher Isherwood, autor de Adiós a Berlín y La Violeta del Prater, y que fue, además, guionista para distintos estudios hollywoodienses y promotor de las enseñanzas budistas entre la comunidad cinematográfica angelina.
La élite intelectual centroeuropea vivía exiliada en Los Ángeles en la década de los años 40 del pasado siglo, unos trabajando para la industria del cine y otros dando clases en distintas universidades californianas, por entonces, muy necesitadas de cráneos privilegiados.
Arnold Schoenberg abría las puertas de su casa hollywoodiense de Brentwood los domingos por la tarde para ofrecer cafés y pasteles vieneses. Alumnos de la talla de Alfred Newman, David Raskin, Oscar Levant, David Powell, Leonard Rosenman, Hugo Friedhofer o John Cage, acudían a sus clases privadas.
En la sección Mesa Reservada, hablamos de las inteligentes reflexiones que el premio Nobel Santiago Ramón y Cajal dejó escritas sobre las tertulias y la frecuentación de los cafés.
Músicas de Miklós Rózsa, Alfred Newman, Arnold Schoenberg, dos canciones suizas populares y una oración hindú, envuelven con sus melodías nuestras historias de cafés.