Permiten abrir puertas, pagar el billete de tren, sacar productos de máquinas expendedores, encender el ordenador, el móvil e incluso abrir el coche. Algunas empresas han propuesto de forma voluntaria a sus trabajadores implantarse un chip que funciona como una tarjeta identificativa. Pero los microchips pueden tener otros usos. Del tamaño de un grano de arroz, se insertan en una capa superficial de la piel y funcionan de forma similar a los chips con tecnología RFID, de Radio Frecuencia de Identificación, que ponemos a los animales de compañía. Los microchips para humanos son más avanzados e incluyen un protocolo de comunicaciones NFC (Near Field Communication), el mismo que incorporan las tarjetas de crédito contactless. ¿Duele su implantación, quién nos lo inserta, cuánto cuesta un kit, pueden geolocalizarnos con él, es legal, pueden obligarnos a tenerlo?. Viajamos a Suecia para conocer la empresa Biohax. Escuchamos el testimonio de personas que llevan un microchip y conocemos qué uso le dan. Analizamos los posibles perjuicios: la pérdida de privacidad, un posible riesgo para la salud de los usuarios que llevan el implante o un más que probable control al ciudadano.
La cuadratura del círculo
Vivir con un chip
28/10/2021
27:03