Mi vuelta al mundo en moto prosigue teniendo que realizar algunas gestiones en la capital de Egipto. Me sumerjo en el tráfico de El Cairo. He escuchado miles de cuentos de viajero sobre su extrema peligrosidad. Para sobrevivir en moto a El Cairo solo hay que andar con mil ojos y buscar el hueco. Como me dijo mi padre hace muchos años, "En ciudad siempre hay que ir más rápido que los coches". La razón es que hay que evitar a toda costa convertirse en un obstáculo para los demás conductores. Puede parecer una imprudencia pero lo verdaderamente imprudente es provocar que te esquiven y sorteén a toda velocidad y sin guardar la distancia. El modo de conducir una moto a la defensiva en una ciudad como El Cairo es llevando siempre la iniciativa, esquivando tú a los coches y poniéndote el primero en los semáforos. Es un tipo de conducción estresante y agotador, pero es el único modo de sobrevivir incluso en lugares tan demenciales como La India, como dentro de unos meses tendré ocasión de comprobar.
La congestión viaria tiene como ventaja que se puede observar la bulliciosa vida ciudadana mientras uno está detenido entre millones de coches humeantes. El Cairo es el Aleph de Borges. Por todas partes suceden cosas. Allá donde se mire se contemplan escenas prodigiosas, diversas, distópicas, maravillosas o deleznables. Mercaderes a la puerta de sus negocios, jugadores de ajedrez urbano, transeúntes multiformes, vendedores de comida callejera, taxistas enfurecidos, hombres de negocios, mujeres embozadas en velos islámicos y mujeres en vaqueros ajustados y mucho pintalabios. Aquí hay de todo. Como cualquier gran ciudad, El Cairo es un país en sí mismo muy distinto a Egipto.