Sigo mi camino. El viaje se hace largo y aburrido. Hasta el mar son ciento veintiseis áridos kilómetros. No hay nada alrededor, solo arena y el sol intenso que se refracta en el asfalto. Cuando la autopista termina, el tráfico aumenta. Estamos acercándonos al litoral. La costa se yergue de pronto. Es abrupta y ocre. El mar frente a mí ofrece un colorido turquesa asombroso. Es como si estuviera pintado al óleo. Pero la belleza es una ilusión. Cuando llego hasta el agua, descubro que estas playas están arruinadas por la industrialización nacionalista de Nasser y luego por la especulación urbanística de los tiempos de Mubarak. Han pretendido hacer aquí una inmensa Marbella. De hecho, los nombres de los innumerables resorts son casi todos españoles: la Siesta, La Isla, La Vista, Cancún? Muchos de estos túmulos de cemento ni siquiera están terminados y ya es probable que nunca se terminen. Son simples esqueletos de hormigón que entristecen la vista. El mar es azul, cierto, pero la tierra y las playas están definitivamente arruinadas.
Pienso en el largo viaje que tengo por delante para alcanzar mi meta africana. Después de Egipto tendré que recorrer Sudán antes de entrar en Etiopía. Ambos son países que no conozco y no sé qué dificultades concretas tendré que superar. La información de otros viajeros obtenida a través de internet tiene una utilidad relativa. Sirve como referencia, pero en África todo es efímero, mudable, impreciso. Lo que le sirvió a alguien hace unos meses bien podría no servirme a mí ahora. Los negocios, hoteles, restaurantes reseñados por un overlander pueden no existir poco tiempo después; los procedimientos burocráticos en las aduanas pueden cambiar de un día para otro; las rutas abiertas en la estación seca pueden cerrarse en la húmeda; el recorrido que era seguro en 2010 puede no serlo en 2011. Además, no sé muy bien qué busco en Etiopía. Un recuerdo de Pedro Páez, algo que no esté en los libros para mi documental. ¿Pero qué puede ser eso? Por ejemplo, su tumba. Nadie la ha visto. He leído que el misionero construyó una iglesia-palacio en una pequeña población a orillas del lago Tana y que se supone que está enterrado en ella. Pero no he visto siquiera fotos ni he podido comprobar que realmente exista o se pueda acceder. ¿Y si llego a Etiopía y no la localizo?