Los protagonistas de la Historia no siempre aparecen en los libros de texto. Algunos han pasado a engrosar las filas de los que anónimamente pusieron lo mejor de sí mismos para cambiar el rumbo de la vida. Este es al caso de Ana Gutiérrez, la Tangerina, incansable luchadora por las libertades en lo más negro de la noche franquista.
Documentos RNE recupera la azarosa vida de la Tangerina, una atractiva mujer, de ojos negros, grandes y profundos, y líneas elegantes, cuya determinación en la defensa de sus ideales hizo que su historia pareciera salida del guion de una película.
Nacida en Tánger, Ana Gutiérrez ya militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas antes de alcanzar la mayoría de edad. Por ello fue detenida y lo pagó con dos años de cárcel y el exilio.
Obligada a abandonar su ciudad natal, se refugia en Málaga, donde sigue su militancia y asume encargos más arriesgados para el PCE: enlace, espía y propagandista. Otros dos años de cárcel fueron el precio a pagar por la insistencia en mantener su lucha.
Una vez en la calle, la Tangerina volvió a la clandestinidad, esta vez como apoyo del maquis asentado en las sierras del Axarquía malagueña. Allí vivió, además, un romance de alto voltaje con Roberto, el legendario jefe de la guerrilla antifranquista. Para ella supuso nuevamente dos años de cárcel; pero para Roberto, el paredón.
A la salida de la cárcel, Ana Gutiérrez, todavía joven, decide rehacer su vida, se exilia en Suiza, se casa y forma una familia. Allí vivió hasta que, tras su jubilación, volvió a España y se fue a vivir a Nerja, a una casa cuya terraza domina las sierras donde se jugó la vida por sus ideales.