Gaspar de Guzmán, el Conde Duque de Olivares, ha sido uno de los personajes de la historia más maltratados. Su condición de valido parece condenarle al destino de gobernante despótico y manipulador de un rey débil. Sin embargo, Olivares fue leal a la causa de Felipe IV y poseedor de un proyecto político de país, aunque estuvo destinado a fracasar en la España del siglo XVII.
Gaspar de Guzmán nació en 1587 en Roma, donde su padre ejercía de embajador y luego fue virrey de Sicilia y Nápoles. En 1600 regresan a España y Gaspar, destinado en principio a la carrera eclesiástica, entra a estudiar en la universidad de Valladolid. Pero la muerte de sus dos hermanos mayores le convierte en el heredero de su Casa –una rama menor de los Medina Sidonia-. A partir de entonces, dedicará buena parte de sus esfuerzos a dar brillo a su linaje.
Casado con su prima, Inés de Zúñiga y Velasco, camarera de la reina, pasó sus primeros años de matrimonio en Sevilla, tiempo que dedicó a gestionar el patrimonio familiar y al mecenazgo cultural. Siempre fue un gran aficionado a la literatura y a la poesía, y en esa época nace su relación con Diego Velázquez, al que luego convertirá en pintor de cámara y autor de los retratos con los que Olivares ha pasado a la posteridad.
Sus primeros años como valido de Felipe IV coinciden con un anhelo general de reformas en Castilla que atraviesa por una crisis económica y social. Olivares plantea un sistema fiscal más eficiente en el que contribuyan equitativamente todos los territorios peninsulares. También pretende reducir los favores y mercedes otorgados por la Corona, reducir oficios municipales y obligar a los servidores del rey a presentar un inventario de su patrimonio. Pero casi todas sus reformas se chocaron contra la realidad. Los estamentos privilegiados se opusieron a ellas y el mantenimiento de los dominios de la monarquía hispánica en todo el mundo obligaba a mantener costosas guerras. Al final, hubo de supeditar la política interior a la exterior.
Castilla fue la gran víctima de esta política. Los intentos de Olivares de conseguir contribuciones de otros territorios se saldaron con una rebelión en Cataluña y con la independencia de Portugal, que durante sesenta años había formado parte de la monarquía.
Tras más de veinte años en el poder, el Conde Duque se convirtió en un hombre enfermo, cada vez más aislado, que tuvo que rogar repetidamente al rey para que lo liberara de sus cargos. Lo consiguió en enero de 1643 y murió dos años después en Toro, en medio de la incomprensión general y objeto de todas las críticas.
El hispanista británico John Elliott restituyó en parte su figura ya en el siglo XX. En este documental, con guion de Modesta Cruz, oiremos su voz procedente del Archivo de RTVE, junto a la participación de los historiadores Manuel Rivero, Fernando Negredo y Carlos de Carlos, especialistas en esta época de la historia.
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