Hablamos con Ignacio Latierro, cofundador de la librería Lagun que fue una de las sedes de la resistencia antifranquista y, después, se convirtió en símbolo de la resistencia cívica frente a ETA. “Es un día para recordar a los resistentes, a los que, desde el primer momento, fueron capaces de enfrentarse a ETA, de denunciar lo que lo que lo que significaba, creando un germen y un cultivo que luego acabaría produciendo la capacidad de derrotarla”, asegura Latierro, que reconoce que hubo gente que miró para otro lado. “Es cierto que muchos quisieron ponerse una venda en los ojos, aunque hubo una gran mayoría de la población que vivió inerme frente a la combinación del miedo que producía ETA y de la falta de liderazgo político para combatir a los terroristas”.
Latierro nos cuenta que poner las persianas en la librería en 1996 para protegerse de los ataques de ETA fue reconocer que habían entrado en una nueva etapa y que, el anuncio de alto el fuego fue “una especie de respiro y de vuelta a la normalidad”. Además, recuerda el apoyo de los que, en los momentos más duros, nunca les abandonaron. “En las Navidades del 96, cuando sufrimos una serie de agresiones continuadas que acabaron con la quema de libros, si no hubiese existido esa solidaridad, habría sido difícil continuar”.