El 16 de septiembre de 1987 se aprobó el Protocolo de Montreal. Un hito en los acuerdos de protección del medio ambiente por el que prácticamente todos los países del planeta se comprometen a dejar de fabricar y de usar los CFC's. Son gases que empezaron a usarse en los años 30 en refrigeradores y aerosoles como medicinas o sistemas de extinción de incendios y que al reaccionar en la alta atmósfera, la estratosfera, con los tres átomos de oxígeno que constituyen la molécula de ozono la destruyen creando el llamado "agujero de la capa de ozono". El fenómeno, que se produce sobre todo en la Antártida, debilita el escudo que nos protege de las radiaciones ultravioleta del Sol que deterioran el ADN y provocan graves daños en los seres vivos. Sin la capa de ozono estratosférico la vida en la Tierra no existiría tal como la conocemos. Desde la entrada en vigor del Protocolo de Montreal el agujero ha ido disminuyendo de tamaño aunque con altibajos y, desde hace pocos años, esa recuperación se está estancando. Los expertos lo atribuyen a que los compuestos desarrollados como alternativa no son inocuos. Su efecto invernadero agudiza el problema. Nos lo explican José Luis García, responsable de energía y cambio climático de Greenpeace y experto en Ozono de la ONG, Alfonso Sáiz, director del departamento de química atmosférica y clima en el centro Blas Cabrera del CSIC y Alberto Redondas, investigador del observatorio atmosférico de AEMET en Izaña en este reportaje de Luisa Pérez.
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16/09/2024
06:23