La Malaria es la enfermedad parasitaria más antigua que se conoce. Hay restos de ADN del parásito que la causa, el plasmodium, fosilizado en ámbar de hace 30 millones de años. Sin embargo, se calcula que unos 247 millones de personas en el mundo la padecen actualmente y más de 600.000 mueren al año por esta enfermedad. El 95% de esas muertes suceden en África y la inmensa mayoría (9 de cada 10) son menores de 5 años y mujeres embarazadas. Lo escandaloso es que la Malaria tiene curación. También se puede prevenir con profilaxis, con medidas de protección como mosquiteras impregnadas de insecticida y larvicidas (la trasmite un mosquito, el anopheles) y muy recientemente con las 2 vacunas que se han desarrollado.
La española Silvia Carredano tuvo Malaria (o Paludismo, como también se conoce) hace 40 años. Trabajaba en Nigeria, el país que a día de hoy sigue teniendo la incidencia más alta de la enfermedad a nivel mundial. Ella se curó. Ser expatriada le aseguró el tratamiento que todavía es inalcanzable para la inmensa mayoría de los enfermos. Organizaciones como Médicos Sin Fronteras trabajan sobre el terreno mejorando el acceso de los locales a las medidas y tratamientos que les pueden salvar la vida. Fifi Lueto es una de ellas. Trabaja en República Centroafricana. Allí la enfermedad es endémica y aún no tienen vacunas porque el gobierno, pese al visto bueno de la OMS, no las ha aprobado. El experto en enfermedades olvidadas de MSF, Fran Bartolomé, insiste en que para luchar con eficacia contra la dolencia hacen falta dinero. Quique Bassat, experto en Malaria y director del ISGlobal de Barcelona, destaca que se destina un tercio de los 9.000 millones de dólares anuales para luchar contra esta dolencia que revela, con toda su crueldad, el vínculo insoportable entre pobreza y enfermedad.
Un trabajo de Luisa Pérez