En apenas 48 horas, 560 personas han muerto en Líbano y 1800 han resultado heridas por los continuos bombardeos israelíes en el sur y el este del país. En respuesta, Hizbulá ha lanzado, por primera vez, un misil balístico a Tel Aviv, que ha sido interceptado por el ejército y que iba dirigido al Mosad, el servicio de inteligencia isarelí, al que la milicia chií atribuye las explosiones de miles de aparatos de comunicación la semana pasada.
Medio millón de libaneses han abandonado ya sus hogares. José Abu Tarbush, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de La Laguna, reconoce que "por el número de heridos, muertos y desplazados, se podría hablar ya de una guerra". Cuando está a punto de cumplirse un año del atentado de Hamás que desató la guerra en Gaza, Abu Tarbush considera que la apertura de este nuevo frente es "una huida hacia adelante por parte de Netanyahu", que busca desviar la atención: "Su apuesta de prolongar de manera indefinida la guerra en Gaza y ahora en Líbano tiene más que ver con su supervivencia política y con recuperar su popularidad ante unos futuros comicios", afirma.