Cada año fallecen víctimas de siniestralidad y violencia vial una media de 1.700 personas y cerca de 8.000 resultan heridas graves, muchas de ellas con secuelas para el resto de sus vidas. Cada dato, cada cifra, es una persona, con nombre y apellidos, con una vida arrebatada y un proyecto destruido bruscamente. Y una familia rota y desgarrada, con unas consecuencias sociales inimaginables para quien no ha pasado por esta situación. Aunque todos estamos expuestos y nos puede suceder a cualquiera, aunque en nuestra mano también está evitarlo.
Fernando Muñoz, voz de la asociación Stop Accidentes, padre de una víctima de la siniestralidad vial, nos cuenta cómo le ha cambiado la vida desde aquel día, lo perdido que se sintió y la enorme necesidad de apoyar asociaciones como en la que colabora, para arropar a las personas que sobreviven o a los familiares de quienes no tuvieron esa posibilidad. Labores de apoyo, concienciación, visibilidad del colectivo, participación en cursos y campañas de sensibilización, y la búsqueda de un lugar común, en cada ciudad, para el recuerdo de todas la víctimas, llenan su día a día. Lo cuenta en una conversación con Orestes F Serrano, de FESVIAL, la Fundación Española para la Seguridad Vial.