En un país arrasado por casi 20 años de guerra viven en una inseguridad total, siempre dependientes del varón, encerradas en un burka, sin ni siquiera poder decir su nombre. Incluso tras la muerte, a muchas se las entierra en tumbas anónimas.
Según las Naciones Unidas alrededor de 300 mujeres mueren al año en Afganistán víctimas de los crímenes de honor. Pero las cifras reales son mayores porque se denuncian muchos menos casos de los que suceden. La impunidad del criminal es casi total a pesar de que en 2009 se aprobó una ley de eliminación de la violencia contra las mujeres. La Constitución del país también la establece, pero en la práctica no la garantiza.
Ahora los talibanes y Estados Unidos negocian el futuro de un país que se encuentra en una encrucijada entre la República Islámica que pretende el gobierno de Kabul y el emirato radical que quieren los Talibanes. Conversaciones lideradas por hombres y ejecutadas por hombres en el que los derechos fundamentales de las mujeres afganas corren un riesgo grave de volver a ser pisoteados.