Otra producción "Invictus", otro "agarrar al Destino por el cuello", después de la crisis de 1802, que casi llevó a Beethoven al suicidio en Heiligenstadt.
Lo estrenó en 1803, tras un único y extenuante ensayo de 8 horas, y en una partitura garabateada con jeroglíficos, cuyas páginas le tocó pasar al pobre Seyfried, sin entender nada.
El primer movimiento contrapone uno de sus temas heroicos/trágicos a uno amable, afectuoso, que tira por tierra la boutade de Stravinsky cuando dijo que Beethoven no tenía talento melódico.
El segundo movimiento es, según Beethoven mismo, "una armonía sagrada, lejana y celestial".
El tercero es un rondó-sonata con tres temas. El tema principal, con ese bailongo sarcástico, acabará llevando a cabo la transformación victoriosa, el "cambio cualitativo", y el verdadero Invictus.
Y acabamos invictos e invictas con el Aleluya de Cristo en el Monte de los Olivos, que también estrenó en esa maratón...