La escribió en 1801, con 30 años, dedicada a Giulietta Guicciardi, "la Contessina" de 17 años de quien estaba enamorado, y ella también, pero menos. Lo explicamos.
El Adagio del primer movimiento recibió ese sobrenombre "Claro de Luna" porque se lo puso el poetastro Ludwig Rellstab mucho después, en 1824, que lo imaginó como una música "sobre un lago crepuscular", con sonidos de "cisnes fantasmales". Hombre, la música tiene algo de deslizamiento típico de barcarolla, y tiene un tañido fúnebre constante. Puede que por ahí podamos vislumbrar algún sentido.
El segundo movimiento, según Liszt, es "una flor entre dos abismos".
Y el tercero es una especie de erupción vertiginosa constante. Lo que pasa es que el primer tema se basa en el tema del "Claro de Luna", por derivación contrastante. Explicamos eso.
Aprovechamos para repasar la relación de Beethoven con los aristócratas, los que lo respetaron enorgulleciéndose de su amistad (las Brunswik, Lichnovsky, Lobkowitz, Oppersdorf, el Archiduque Rudolph...) y los que lo tomaban como el simple "maestro de música" (entre otros, la familia Guicciardi mismamente). Qué cosas.
Terminamos con resonancias mágicas también: los Nocturnos del fascinador Guillermo Alonso Iriarte, que también traen luces hechizantes, y que son -como todo lo de Iriarte- abreviaturas indagadoras del infinito. Felices ensoñaciones bajo la luna, y felices victorias sosegadas sobre el Destino turbulento, queridas y queridos,,,