Algo debe tener su aparente candidez, algún hechizo poderoso habita en su simpleza, porque Arvo Pärt, aparte de sonar en 60 películas, es el compositor contemporáneo más difundido del mundo desde 2013 (son datos). Él lo explica: su música es "luz blanca" cuya misión es decomponerse en un arco iris de mil colores... pero el prisma somos nosotros. Pärt nació en 1935 y en su juventud compuso heavy dodecafónico. Pero tuvo una conversión espiritual/musical en los años 70. Y ya compuso cosas potables. De ahí vienen sus obras más universales: "Spiegel im Spiegel", "Cantus" (en memoria de Britten), "My heart's in highlands", y la obra en que nos detenemos hoy: "Fratres", que llega a tener 17 versiones. Todo parte de un tintineo primordial -el "tintinabulli"- que va vistiéndose de melodías y vericuetos técnicos. Hay embeleso hipnótico, encanto infinito de lo simple, de lo desnudo, como despojamiento de todas esas hojarascas que cuelgan inútilmente de nuestros egos: la fama, la ambición, el reconocimiento (además qué estrés todo eso)... Por ello suena Pärt cuando el anciano Miralles se muestra en su autenticidad ante Lola, antes de que ella tome su autobús hacia el mundo, en "Soldados de Salamina" de Trueba. Todavía resuena el "tintinabulli". Depurativo espiritual...