No hace falta ser católico, luterano, ortodoxo o mormón para sobrecogerse con esta música, una de las cumbres artísticas de Occidente. Bach se introduce en aquel fatal escenario, y siente a Jesús de Nazaret como su propio Amigo y Maestro, durante la noche más larga de todos los tiempos. Bach camina, llora, canta, grita... como un contemporáneo de aquel Hombre-Dios que fue torturado atrozmente por su propio pueblo. "¡¡Destrúyelos!! ¡¡Arróllalos!! ¡¡Aplástalos!!... ¡a los criminales sin misericordia!" llega a pedir Bach al Abismo de terrores en uno de sus coros más expresionistas. Las otras fuerzas son las de la maldad extrema: "¡¡Lass ihn kreuziget!!", que grita una turba frenética, o "¡¡Ba-rra-bam!!", todos monstruificados como una pintura negra... Pero por entre esas imprecaciones se mueve el "elemento femenino", las hijas de Sión, el "Erbarme dich" (quizá el aria más sublime del Barroco), Pedro llorando como un niño... Y el punto culminante (quizá) de la Pasión, tras el terremoto que conmueve los pilares del universo: el coro "Este verdaderamente era el Hijo de Dios", en el que Bach mismo se introduce, mediante el número 14 (su firma), como si dijese: "Yo también testifico que este Jesús es EL HIJO DE DIOS".