"C'est l'Empereur!", parece que gritó un oficial francés en Viena tras su estreno en 1812. El Concierto para piano y orquesta nº5 de Beethoven, el "Emperador" de todos los conciertos, fue escrito durante días de guerra y de terrores íntimos. Abrimos con un "Beethoven céltico": la canción irlandesa "The kiss, dear maid, thy lip has left" (texto de Lord Byron) y "Sunset" (canción escocesa de Walter Scott). Beehoven sigue impactándonos por su sutileza, su enigma y su resolución. Este Concierto se abre con una quasi improvisación, y después sigue un tema triunfal, heroico, que lo domina todo con sus motivos de redoble, de fanfarria, de toque maestoso... y se iguala a su compañero, un Tema B de extracción popular. Nuevamente lo patricio y lo plebeyo cabalgan juntos. Cada motivo participa activamente en la aventura del Desarrollo. El Adagio es una especie de nocturno muy espiritual, muy consolador, de una paz casi sobrehumana en aquel contexto maldito. Y el Finale es un rondó italiano victorioso, guerriero. Beethoven eleva su alma y eleva las nuestras también durante cientos de años. Crear un sol triunfante para su vida (y para la de la Humanidad) y ponerle música. Ése es el Emperador de Beethoven.