Seguimos con música y totalitarismos. Después de la URSS de Stalin, hoy sobrevolamos la Alemania-Austria de Hitler. Empezamos con la Elegía Sinfónica de Krenek, en honor de Anton Webern, cuyo destino simbolizaría mil maldiciones colectivas. Los nazis conocían el potencial de la música para mover masas y conciencias: Sinfonía en Do de Hans Pfitzner. La música subrayaba ese "hipnotismo de la fuerza", con jerarcas nazis que eran asesinos y melómanos. El caso de Richard Strauss: Sinfonía Alpina. Aborrecía a los nazis, pero colaboró con ellos, y acabó con un profundo desengaño existencial: Metamorfosis. Las leyes de Nüremberg (1935): la expulsión y destitución de judíos, como Schoenberg y Schreker. La "música degenerada" (1938): Hindemith (Concierto para violín y orquesta). Los atonalistas fueron tolerados, gracias a Strauss: Die Verlobung in St. Domino de Zillig. El lado oscuro de Webern: los Moldenhauer en 1978 revelaron que era un hitleriano profundo a partir de 1940, cuando leyó el Mein Kampf. ¡¡Qué chasco!!… (y sin la ch también). Otro gran oportunista con los nazis (y con Mussolini): Igor Stravinsky, cuya única ideología era estrenar obras, doró la píldora a Hitler para conseguir audiencia: Juego de cartas. Y terminamos con la muerte de Webern: sí, el asustado soldado Raymond Bell le descerrajó tres tiros en 1945, pero ¿quién causó que estuviesen allí los americanos?… ¿Quién empezó aquella barbarie?… El nazismo fue un cruce de idealistas insensibles, megalómanos irresponsables, asesinos atroces, gente que miró para otro lado, y gente muy frágil. La muerte de Webern simboliza tantas cosas...