El más grandioso de los temas de Sibelius (el "himno de los cisnes"), con su lento y majestuoso balanceo, suena al final de su Quinta
Sinfonía (1915). Pero sus ondulaciones se tienden por toda la obra, y ese tema se anticipa poderosamente al Hollywood moderno.
Otra sinfonía/paisaje, o sinfonía/leyenda, que los vanguardistas atacaron sin piedad por ser música "visual". Sibelius pone en marcha su "forma rotacional": hacer cuatro rotaciones de una gran constelación de temas, de manera que cada rotación acumule cada vez mayor masa, densidad, y más implicaciones. 16 majestuosos cisnes, procedentes de los bosques fineses, saludaron a Sibelius en Ainola cuando la estaba componiendo, y él al final los transfigura, los funde con el sol, y los convierte en terribles y disonantes fuerzas de la naturaleza. Unos 40 años más tarde otros cisnes se posaron sobre Ainola, para despedir al nonagenario compositor, que murió dos días después.
