Hoy terminamos de analizar una de las músicas más queridas de la historia: el Réquiem de Fauré, el segundo más famoso después del de Mozart, Empezamos con el Cantique de Jean Racine, ese jovial homenaje a la luz de un Fauré con 19 años. Exploramos las características de Fauré: su nitidez en la Gavotta de Masques et Bergamasques; su elegancia francesa siempre, su "visita" al abismo pero sin llegar a los confines: Preludio de Pelleas et Melisande. Y ya entramos en el Réquiem: sus siete etapas como siete escalones hacia el paraíso, ¡la conquista del paraíso!. El Introitus y el Ofertorio transcurren mayormente en la sombra. El Sanctus y el Pie Jesu transcurren en un cielo candoroso. La lucha por ese cielo llega en el Agnus Dei y especialmente en el Libera Me, en que se escucha la voz amenazadora del Juicio Final, aunque en Fauré la Justicia esté teñida, dulcificada, por el Amor. Comparamos su temblor con el del Réquiem de Mozart, y su "Día de la Ira" con los Réquiems de Berlioz y de Verdi. Fauré les supera en encantamiento (creo yo). Y tras la "batalla del alma" llega la paz, una paz pocas veces igualada en la historia, que es el Im Paradisum (curiosamente esa oscilación Si-La la toma de Dubois). La muerte como tránsito dulce, como dulce viaje "al otro lado". Allí nos veremos todos, pero de momento aquí nos encontramos hoy felizmente, queridos y queridas...