“El árbol de la ciencia es, entre las novelas de carácter filosófico, la mejor que yo he escrito. Probablemente es el libro más acabado y completo de todos los míos”. Así nos lo ha contado Pío Baroja en sus Memorias. No es el único que piensa así: su compañero de generación José Martínez Ruiz, Azorín, nos dejará dicho que El árbol de la ciencia “resume, mejor que ningún otro libro, el espíritu de Baroja”. ¿Estamos ante una autobiografía del escritor vasco? En 1944, tres décadas después, dará a la imprenta el segundo título de sus Memorias: Familia, infancia y juventud. Basta con comparar los fragmentos relativos a su período madrileño juvenil, su paso por Valencia o el fallecimiento por tuberculosis de su hermano Darío, con los capítulos de El árbol de la ciencia, para comprobar que Pío Baroja se limitó a trasplantar, o a transcribir, con absoluta literalidad, los pasajes de la novela al segundo tomo de sus Memorias. Novela de juventud y formación, El árbol de la ciencia nos presenta a Andrés Hurtado, un trasunto del propio Pío Baroja que parece haber sido soltado, casi en paracaídas, en un mundo demencial, ilógico y absurdo, en el que se irá sintiendo cada vez más perdido. El personaje muestra su sensibilidad en la percepción de los matices descriptivos que, además de mostrarnos su propio estado espiritual, va reflejando los conflictos definitorios de su época, entre ese racionalismo científico y una cierta oscuridad, propiciando su desorientación existencial.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
El árbol de la ciencia, de Pío Baroja
17/05/2024
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