El rey Alfonso X, ¿es la única mano en las Cantigas? Desde luego, es el rey guerrero quien impulsa a clérigos y juglares, poetas y trovadores, a levantar la fe en la Virgen como una virtud plena del espíritu. Y sabemos con certeza que ha participado como creador en muchas de esas composiciones, siendo el autor absoluto, al menos, de diez de ellas, además de haber compuesto 44 cantigas profanas, promoviendo una sintaxis más abarcadora y flexible, con nuevas conjunciones que sumarán matices a lo que se dice, ampliando el vocabulario y, por lo tanto, el espectro combado de palabras con las que poder tratar todos los temas en una nueva lengua. Las Cantigas tienen gran importancia desde un triple punto de vista: como obra literaria, musical y pictórica. Es el conjunto de música cortesana monódica más relevante del siglo XIII: porque, en la Capilla que Alfonso X hereda de su padre, Fernando III, se escuchan y se enriquecen compositores e intérpretes musulmanes, judíos y latinos, como vemos en algunas de las viñetas de las Cantigas. Su polifonía sacra tiene siempre un fondo gregoriano, con la música trovadoresca en esos estribillos rítmicos y sonoros. Las miniaturas resultan portentosas y nos cuentan, a través de los siglos, el muestrario de instrumentos musicales de la corte alfonsina: trompas y trompetas, cítaras y arpas, salterios, laúdes, violas de arco y castañuelas, dulzainas, cornamusas.
Y, por supuesto, como primera y última razón, el amor por Nuestra Señora.