Baltasar Gracián no aspira a ser realmente un narrador, sino que sólo anhela podernos transmitir su visión pesimista, de cierto desencanto crítico ante el mundo, con ese desengaño revelado tras conocer al hombre y sus pasiones, sus saltos y caídas. El Criticón, su única novela, se divide en tres partes, publicadas en distintas plazas y momentos. El argumento gira en torno a Critilo, un náufrago frente a la isla de Santa Elena, que será socorrido por Andrenio. En ese encuentro se encarna la dimensión interior de la obra: Critilo representa la prudencia, una mirada civilizada, la lógica y la razón; mientras que Andrenio nos remite a un primitivismo en estado natural, sin haber pasado por ninguna erudición, y con esa inocencia robusta casi del buen salvaje, desde una ingenuidad que es también pureza originaria. Esas tres partes se titularán: En la primavera de la niñez y en el estío de la juventud, En el otoño de la varonil edad y, al final, En el invierno de la vejez. Son los estados del hombre, sus edades y contornos, con tres partes que, a su vez, se dividen en capítulos, denominados Crisis: así, esas Crisis del hombre en sus tres edades darán nombre a la obra, El Criticón, que significa acumulación de crisis. Es una peregrinatio vitae, una peregrinación por la vida en sí, tanto de quien lee El Criticón como del mismo autor que lo cuenta, Critilo -cuyo nombre también alude, al menos fonéticamente, al título de la obra-, y de quien recibe la enseñanza, Andrenio, que, así, va peregrinando lentamente hacia sí mismo, en una alegoría entre la realidad y su apariencia.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
El Criticón, de Baltasar Gracián
14/06/2024
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